Dar el pecho no es fácil. Siempre habrá quién te diga que es un proceso natural, satisfactorio y placentero además de una protección innegable para los bebés, especialmente los prematuros (todo ello cierto por otra parte). Pero dar el pecho no es fácil, y te lo digo desde la experiencia.
Con mi hija mayor, a término, fue complicado establecer la lactancia. Finalmente lo conseguimos, con la inestimable ayuda, paciencia y comprensión de Shiran Efraty.
Al principio es muy sencillo caer en la desesperación, la culpa y por consiguiente en el biberón. Comentarios como “el niño no se está alimentando”, “no tienes suficiente leche” o “dale un apoyito” solo contribuyen a minar la moral de una madre que ya de por sí se encuentra en plena revolución hormonal.
Es en este momento cuando se agradecen palabras amables, de apoyo, de confianza y de empoderamiento que te permitan salir del atolladero, saber que no estás sola, que hay más mujeres que pasan por lo mismo y que no. Dar el pecho no siempre es fácil.
La cosa se complica cuando hablamos de prematuros, sobre todo si además son más de uno. Está clarísimo que la lactancia materna contribuye a salvarles la vida, y que es lo mejor que puedes hacer por tu hijo pero…. No, lo siento. Esto tampoco va a ser fácil.
Sin tu bebé sobre tu pecho, con una herida en tu vientre que duele hasta al respirar y el temor constante por la vida de tu hijo te digo desde ya que no va a ser fácil, pero también que no es imposible.
Te darán el sacaleches, te ordeñarás como una vaca, te agobiarás cuando veas que no consigues llenar el biberón, vendrán días de malas noticias en los que solo querrás desaparecer y lo que menos te apatecerá será ir al lactario… Pero también habrá jornadas buenas en las que te sentirás satisfecha al llevar “la producción” a neonatos, sabiendo que estás haciendo lo mejor para tu bebé, y sobre todo algo que solo puedes hacer tú.
Luego llegará la llegada a casa tras el alta y ese será otro cantar. Con mi hija mayor disfrutaba de darle el pecho. En ese momento no había nada más que ella y yo. Paz. Su calor sobre mí. Ella y yo como uno solo. Y así 14 maravillosos meses. El tiempo que ella quiso.
Con las gemelas todo fue bien distinto. Al principio teníamos el cajón del congelador lleno de leche. Fui creando mi propio banco con lo que no se tomaban en el hospital. Estaba tranquila, había buenas reservas y yo producía bastante cantidad.
Pero estar en casa no es estar en el hospital. Ahí estaba sola lidiando no con dos, si no con 3 bebés ya que nuestra hija mayor solo se lleva 21 meses con sus hermanas y tras 51 días sin nosotros ella también demandaba a su madre.
A esto se suma la inseguridad. ¿Qué cantidad de leche está tomando tu bebé? ¿Será suficiente? ¿Perderá peso? Estas cuestiones asaltan a cualquier madre, pero en el caso de los prematuros el temor se multiplica.
Miedo, cansancio, inseguridad…. El coctel perfecto para que la ansiedad dé paso a una menor producción. Cada vez conseguía menos cantidad de leche con el sacaleches doble que alquilé. Cada vez me sentía peor madre. Agradecía las ayudas para dar el biberón pero al mismo tiempo sentía que se me estaba robando ese momento mágico madre-hijo.
¿Me reconocerían mis niñas o les daría igual quién les diera de comer? ¿Distinguirían mi olor entre los perfumes del resto de manos que sujetaban los biberones con mi leche? Añoraba mis horas de butacón con mi hija mayor y solo había una cosa en mi mente: frustración y culpa.
Y así fue como a los tres meses me resigné y cambié el sacaleches por la lata de “leche muerta” con todo el dolor de mi alma. Otro dolor añadido.
¿Y por qué cuento esto? Pues lo cuento porque a mí me hubiera ayudado que alguien me dijera que estaba pasando por lo mismo, que sintió que traicionaba a sus bebés al optar por el biberón y que no estaba loca al plantearse estos sentimientos.
Y también te lo cuento para que sepas que si tu lactancia fue frustrada también existe una lactancia disfrutada. Dar el pecho no es fácil pero es increíblemente mágico.
Con un prematuro todo se complica pero no siempre tiene que ser así. Otra lactancia es posible, otra maternidad es posible y también tú puedes vivirla si la vida te da la oportunidad de tener otro regalo entre tus brazos.
Así que aparta la culpa. Bastante batalla se libra entre incubadoras, quirófanos y días a vida o muerte. Disfruta de tu hijo. Si no puedes darle el pecho no te preocupes, ahí está el biberón. Saldrá adelante.
Y si tú también te lo preguntas… Sí, te distinguirá entre un millón de manos que le alimenten, entre un millón de brazos que le arrullen y un millón de besos que le den. Pide ayuda. Criar a un prematuro no es fácil, y ten siempre presente que madre no hay más que una, ya sea a teta o a biberón.