Cuando se tiene un hijo prematuro, y especialmente en el caso de los grandes prematuros, la familia se enfrenta a un proceso largo con mucho desgaste emocional. Los padres no terminan de reconocer a esa minúscula criatura llena de cables que les mira desde la incubadora mientras llegan regalos y felicitaciones en un momento en el que se sienten más preocupados que contentos.
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